La gran mayoría de los ateos y muchos cristianos piensan que la moral cristiana consiste en una serie de prohibiciones. Para ellos la vida cristiana se reduce a evitar el pecado, es un no hacer.  La moral sería la doctrina de hacer o no hacer, un compendio de mandatos, prohibiciones y mandamientos. Pero como muchos cristianos comprendieron a lo largo de los siglos, y Santo Tomás de Aquino definió magistralmente basándose en Aristóteles, la felicidad es el fin supremo, el bien último del hombre y este se alcanza mediante el ejercicio de las virtudes. El hombre se convierte en arquitecto de sí mismo. En ese sentido Pieper recoge la frase de Eckhart para dar un paso más: “Las personas no deben pensar tanto lo que han de hacer como lo que deben ser”. Dos siglos antes Santo Tomás comenzaba la segunda parte de la Summa theologica estableciendo que después de hablar de Dios y puesto que el hombre fue creado a su semejanza había que hablar de su imagen, el hombre. Pieper insiste particularmente en esta idea, que la moral no es algo añadido a la antropología, más bien es doctrina sobre el hombre y tiene que tratar de la imagen verdadera del mismo hombre, de lo que es y, más importante todavía, de lo que debe ser. La moral trata de la idea verdadera del hombre.

El ideal del hombre coincide con el ideal del “hombre bueno”, del hombre que conforma su vida con el orden de la razón, con la recta razón que le debe guiar en la existencia. Sólo el hombre que es capaz de hacer coincidir su ideal de humanidad con el de la virtud es capaz de dar sentido a la existencia, aceptando la verdad profunda de su ser, de alimentarse de la verdad no sólo en el orden del pensar sino mejor aún en el de vivir, y en ese anhelo de vivir en la verdad se encuentra en diálogo constante con los demás hombres.

La idea cristiana del hombre se concreta en un modelo: Cristo. En Él se define el modelo del hombre perfecto que reclama la Escritura: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”. El cristiano debe ser “otro Cristo”, “el mismo Cristo”. Tomás de Aquino, trató de establecer la imagen cristiana del hombre en siete tesis, que se pueden expresar del modo siguiente, un camino que recorre las tres virtudes teologales y las cuatro virtudes cardinales:

  • El cristiano es el hombre que mediante la fe penetra en la realidad del Dios uno y trino.
  • En la esperanza el cristiano anhela la plenitud definitiva de su ser en la Vida Eterna.
  • En la virtud divina de la caridad el cristiano mantiene hacia Dios y hacia el prójimo una disponibilidad a toda prueba que va muy por encima de la capacidad natural del amor.
  • El cristiano es prudente, es decir su mirada no se deja engañar por el sí o el no de la voluntad; más bien logra que el sí o el no de la voluntad dependa de la verdad, de cómo son en realidad las cosas.
  • El cristiano es justo, es capaz de vivir “con los demás” en la verdad; es consciente de ser un miembro de la Iglesia, del pueblo y de la sociedad.
  • El cristiano es valiente, o mejor dicho aún es fuerte, es decir que por la defensa de la verdad y por amor a la justicia, está dispuesto a dejarse herir y si fuera necesario a afrontar la muerte.
  • El cristiano es un hombre moderado, es decir que no permite que la tendencia hacia el tener y hacia el placer se convierta en destructiva y contraria a su destino.