Entre esas instituciones ocupan un lugar especial las cofradías. Fueron éstas agrupaciones de fieles que bajo la advocación de un santo reunían a distintas personas bien por desempeñar un determinado oficio (corporaciones se denominaban entonces), para celebrar las festividades religiosas especialmente de Semana Santa y de Corpus Christi (las cofradías penitenciales que aún subsisten) o bien simplemente para rendir culto a un santo (las cofradías parroquiales).
Estas últimas canalizaban las energías de quienes deseaban consagrarse a la asistencia, al socorro de las almas del purgatorio o a la magnificación del culto divino. Como ejemplo de estas podemos citar a la de la parroquia de San Martín en Madrid. Fundada en 1594 en los inicios de un periodo crítico, de ella formaron parte Mateo Alemán y su amigo Cristóbal Pérez de Herrera. En un principio reunió a 84 personas, 12 religiosos y 72 laicos. La dirigía un “padre de los pobres”, elegido por un año, y cuatro asesores y dividió la parroquia en cinco sectores de los que todos los cofrades se encargaban por turno, de dos en dos, durante una semana. El año de su fundación la cofradía distribuyó 18.000 raciones de alimentos, unas 50 diarias aproximadamente, y curó a 670 enfermos.
Imagen: San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres de Bartolomé Esteban Murillo, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.
Imagen: San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres de Bartolomé Esteban Murillo, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.