378331787_6e75aa924c_o[2]La expansión de la fe 

Paradójicamente pese a los recursos desplegados por los emperadores para perseguir la peligrosa irreligión que se extendía por el Imperio, los primeros cristianos utilizaron los mismos medios materiales de que se valían los romanos en su persecución para expandir su fe. Muy probablemente las primeras comunidades se desarrollaron en las ciudades donde existían judíos dedicados al comercio, para abrirse posteriormente a la gentilidad. Y para desplazarse en aquel extenso territorio usaron las vías abiertas por el progreso romano.

El beneficioso influjo de la paz y la seguridad de las comunicaciones de los primeros años del cristianismo fue pronto comprendido y aún interpretado por los cristianos como un designio de la Divina Providencia. Así San Ireneo podía escribir:

«Gracias a los romanos goza de paz el mundo, y nosotros podemos viajar sin temor por tierra y por mar, por todos los lugares que queremos» (Adv. Hæres. IV, 30)


Y cincuenta años después, Orígenes:
«La Providencia ha reunido todas las naciones en un solo Imperio desde el tiempo de Augusto para facilitar la predicación del Evangelio por medio de la paz y la libertad del comercio» (In Jos. hom. III)
No se podía explicar esa difusión de otro modo, en medios tan diferentes y en algunos casos hasta hostiles entre sí, sin que se distinguiese «pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre» [Col 3,11] y con las enormes dificultades impuestas por las persecuciones en un momento en que como dice Tertuliano, cada nuevo creyente era un candidato al martirio.

En 197, el mismo Tertuliano podía decir orgulloso:

«Somos de ayer, y ya lo llenamos todo: vuestras ciudades, vuestras casas, vuestras fortalezas, vuestros municipios, los consejos, los campos, las tribus, las decurias, los palacios, el senado, el foro. Solamente os dejamos vuestros templos [...] Si nos separásemos de vosotros, quedaríais aterrados de vuestra soledad, de un silencio que semejaría el estupor de un mundo muerto» (Apol. 37)

Y en 212, en carta escrita a Scápula, procónsul de África, defiende a los cristianos con términos semejantes, hablando de «la inmensa muchedumbre» de cristianos, exaltando «la divina paciencia» de aquellos hombres que, «siendo ya la mayor parte de cada ciudad», viven en la sombra silenciosamente, dándose a conocer solo por sus virtudes (Ad Scapulam 2). Y sigue argumentando:
 

«¿Qué harás con tantos millares de hombres y mujeres de toda edad y condición, que vendrán a ofrecer sus brazos a tus cadenas? [...] ¡Cuáles serían las angustias de Cartago si decidieras diezmarla, y cada uno hubiera de reconocer entre las víctimas a parientes, a vecinos de la misma casa, quizás a hombres y mujeres de tu categoría, parientes o amigos de tus amigos!» (ib. 5)

Pese al rigor de las persecuciones poco antes del final de las mismas en el año 311 el mártir Luciano, director de la escuela exegética de Antioquía, en Nicomedia, ante el emperador Maximino, es capaz de afirmar defendiendo el cristianismo:
«Casi la mitad del mundo, ciudades enteras (urbes integræ), prestan ya adhesión a la verdad. Y si este testimonio te pareciera sospechoso, pregunta a la muchedumbre de los campesinos, que no sabe mentir, y te dará testimonio de esto que digo» (Rufino, Hist. Eccl. IX,6)

Desde el comienzo la Iglesia se consideró universal y las distintas comunidades trataron de mantener una importante relación entre ellas, dirigiéndose misivas, celebrando concilios y viajando a Roma haciendo ya suyas las vías romanas:

  • Camino del martirio, San Ignacio de Antioquía escribe a los hermanos de Efeso, Magnesia, Tralles, Roma, Filadelfia, Esmirna y al obispo Policarpo. Éste escribe a la iglesia de Filipos, en Macedonia. Los de Esmirna envían una carta circular sobre el martirio de su obispo Policarpo. Las iglesias de Lión y Viena envían la crónica de sus mártires a las iglesias de Asia y Frigia. Ireneo escribe al Papa Víctor sobre la fecha de la Pascua. Orígenes mantiene correspondencia con casi todos los personajes principales de su tiempo. Las cartas de San Cipriano, obispo de Cartago, nos muestran la relación de su iglesia con los Papas Cornelio, Esteban y Sixto, con obispos de las Galias y de España, y con todas las de África.

  • En el siglo II, hay concilios en Asia a causa del montanismo; en Roma, Palestina, el Ponto, en Galia, Osrhoene, Corinto, sobre la fecha de la Pascua; setenta obispos se reúnen en Cartago para dilucidar el tema del bautismo administrado por herejes. En el siglo III hay dos concilios en Frigia, dos en Alejandría, uno de noventa obispos en Lambesa, Numidia; en 251, sesenta obispos se reúnen en concilio en Roma; entre 264 y 269 hay tres concilios en Antioquía, hacia el 300 uno en Ilíberis, España, con más de cuarenta obispos...

  • San Policarpo llega a Roma desde Esmirna; San Ireneo, una vez de Esmirna y otra de Lión; el historiador Hegesipo vino de Palestina; el samaritano San Justino estableció en Roma escuela de catecismo; el frigio Albercius vino de Hierápolis; el apologista Taciano desde Asiria; Tertuliano vino de Cartago; Orígenes llegó desde Alejandría, y así tantos otros. También los herejes acudieron a Roma: Marción, Cerdón, Praxeas, Prepón, Noeto, Sabelio,Teodoto...



Hoy, 14 de septiembre, la Iglesia Católica celebra la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz. En esta fiesta recordamos el hallazgo de la Santa Cruz en el año 320, por parte de Santa Elena, madre de Constantino.

La Cruz es el símbolo del cristiano. Ninguna religión tiene como símbolo un instrumento de tortura, ni recuerda de un modo tan reiterado el martirio y la muerte de su fundador. Pero para el cristiano, la cruz lejos de ser un símbolo de muerte, de odio, de fracaso, es un símbolo de Vida, de Amor y de Esperanza. Cristo murió para resucitar y con su Resurrección nos redimió del pecado y nos liberó de la muerte. La Cruz nos trajo la Salvación.

Cristo nos llamó a los cristianos a cargar con nuestra cruz: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt.16,24)

La cruz es el símbolo que ha dado esperanza y sentido a millones de hombres ante el sufrimiento, el dolor y la desesperación. El símbolo que les ha mantenido y reconfortado ante la tribulación y la persecución.






Video: El Obispo John Han Dingxiang, fue un obispo católico chino fiel al Vaticano, murió en 2007 después de 35 años en prisión. El obispo de 70 años murió de cáncer de pulmón. Se encontraba en régimen de arresto domiciliario.