“Lágrimas y horror y espanto”


Fascinado por la exuberancia romana y por el perfecto encaje de la fe cristiana en el mundo romano, el padre Fortea hace a vuela pluma una interesante reflexión en esta entrada de su blog que viene muy al pelo para reflexionar sobre la inculturación de la fe. Esta feliz expresión designa el proceso por el que el mensaje salvador de Cristo penetra en el núcleo fundamental que forman los valores de una cultura determinada. En palabras del Papa Juan Pablo II en Cartagena de Indias (6-VII-1986):

Este es el verdadero proceso de inculturación, mediante el cual la palabra de la cultura de cada pueblo se vuelve apta para manifestar y pregonar a los cuatro vientos que Cristo es el Hijo de Dios, el Salvador, que ha resucitado y es el centro de la creación y de la historia humana. Así pues, la fe, recibida en el corazón de cada persona y de cada pueblo, se expresa y vive de modo permanente en la propia cultura cuando ésta ha sido impregnada por el espíritu evangélico, que es el espíritu de las bienaventuranzas y del mandamiento del amor.

Pero para que una cultura sea digna del hombre debe facilitar el acceso a la felicidad, que viene a su vez señalada por la ley natural, insertada en el corazón del hombre. La ley natural, que puede ser denominada en diversas formas según las culturas y religiones, es algo que recorre transversalmente todas las culturas.


En el campo del lenguaje (sentido antropológico y cultural), la inculturación consiste en primer lugar en el apropiarse del contenido de la fe en las palabras y categorías de pensamiento, los símbolos y ritos de esa cultura, y luego en dar una respuesta doctrinal a lo que no sea compatible con el Evangelio en esa cultura. El Evangelio tiene entonces un valor transcultural y su identidad debe ser reconocida en cualquier cultura, de ahí la necesidad de la apertura de la cultura a otras culturas.

Los españoles que llegaron a América, tanto misioneros como conquistadores, se maravillaron del extraordinario contraste que observaron entre los pueblos indígenas. Por un lado destacaban virtudes admirables para ellos: una extremada religiosidad, un profundo apego a las prácticas penitenciales, un aprecio sentido hacia la castidad… Pero por otro lado no dejaron de sentir repugnancia por la práctica de los sacrificios humanos en todas sus horribles variantes y de la antropofagia. Fray Bernardino de Sahagún, tras relatar las más variadas formas de sacrificio de hombres, mujeres y niños no puede resistir el horror y finalmente exclama:

No creo que haya corazón tan duro que oyendo una crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada, como la que arriba queda puesta, no se enternezca y mueva a lágrimas y horror y espanto; y ciertamente es cosa lamentable y horrible ver que nuestra humana naturaleza haya venido a tanta bajeza y oprobio que los padres, por sugestión del demonio, maten y coman a sus hijos, sin pensar que en ello hacían ofensa alguna, mas antes con pensar que en ello hacían gran servicio a sus dioses. La culpa de esta tan cruel ceguedad, que en estos desdichados niños se ejecutaba, no se debe tanto imputar a la crueldad de los padres, los cuales derramaban muchas lágrimas y con gran dolor de sus corazones la ejercitaban, cuanto al crudelísimo odio de nuestro enemigo antiquísimo Satanás, el cual con malignísima astucia los persuadió a tan infernal hazaña. ¡Oh Señor Dios, haced justicia de este cruel enemigo, que tanto mal nos hace y nos desea hacer! ¡Quitadle, Señor, todo el poder de empecer! (Historia General de las cosas de la Nueva España, lib. II, cp. 20).


¿Cómo se inculturó entonces la fe entre los aztecas? No fue posible utilizar los templos para instaurar allí la religión católica. Los españoles en los primeros momentos sí utilizaron los adoratorios aztecas, encalando las paredes, limpiándolos de los chorretones de sangre y restos humanos, instalando imágenes de la Virgen María, y enseñando a los indios a hacer y ponerle velas y mantener el lugar alejado de los antiguos ritos. Pero como muy oportunamente señala el padre Fortea, después fue necesario edificar nuevas iglesias. Donde reinó el odio y la muerte no podía construirse una religión de Amor y Vida. A diferencia de los templos romanos donde solo fue necesario sustituir las imágenes de los dioses paganos por los de la verdadera religión aquellos lugares no pudieron ser cristianizados.

________________________________________________________________________________

Para saber más: Hechos de los Apóstoles de América de José María Iraburu.

Inculturación.net

Entradas relacionadas: Acerca de la evangelización de América.

Imagen: Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, Cholula, México. A pesar de estar erigida sobre una antigua pirámide azteca (el templo de Tláloc) ésta había sido abandonada 100 años después de la caída de Teotihuacán, en tiempo de la hegemonía tolteca en Mesoamérica (Posclásico Temprano, 900-1200 d. C.). Durante mucho tiempo permaneció en el olvido, creyéndose que era una montaña, sobre la cual fue construido el templo católico en la época colonial. Al fondo el volcán Popocatépetl.

0 comentarios:

Publicar un comentario