Agonía de Cristo en la cruz



Cristo de la Buena Muerte Su cuerpo semejaba de una arcilla pegajosa, con placas azules de los trastornos circulatorios, con coágulos desprendidos de la espalda flagelada, roída por la entena. Le resbalaba un sudor craso por las axilas, por los riñones, por los muslos; palpitaba horriblemente su cuello abotargado, corto, confundiéndosele con las mejillas infladas, blandas, lívidas; las sienes se le hundían, y sus oquedades se juntaban en las cuencas de los ojos; resaltaba la frente roja, el filo húmedo de la nariz anhelante, pulverulenta de una harinosidad amarilla. Los labios, fláccidos, amoratados, con arborizaciones venosas, se torcían sobre la escara de los dientes; y entre sus párpados cárdenos se perdía su mirada turbia, cuajada en una lágrima... Agonía del Señor. Agonía del crucificado, que padece las angustias de todas las muertes. [...]

Jesús agonizaba. Balanceó el cráneo, ahogándose. Se veía el ansia del resuello desde el vientre a las fauces. Crepitaban sus pulmones cartonosos; temblaba la blanda hinchazón de su pleura; se rompía su silbo ronco en un colapso; y entonces resaltaba el zumbido de las moscas en sus ojos, en su nariz, en sus orejas, en las llagas de los clavos.

Y tornaba el jadear, el cabeceo de la asfixia. Su cabellera se doblaba, caía, le cegaba, se alzaba; su aliento fue haciéndose ancho, prolongado. Se quejó, y precipitose su ahogo. Sus pupilas vidriosas imploraron el azul; se volvieron a la tierra... [...]

Todo el Calvario estaba lleno de su angustia. Sobre los rumores de la multitud y el aullar de Genas y Gestas, resaltaba el afán del Señor. Y sonó su grito de desgarraduras de toda su vida; y sintiose su silencio, el silencio del pecho inmóvil, desencajado, alto, duro, metálico; la cabeza quedó colgando hacia la roca; y la cruz tembló del peso del cadáver, que se había salido del escabel, y semejaba desclavarse. La madre aún esperó otra palpitación del costado del hijo.

Gabriel Miró, Figuras de la Pasión del Señor

Veámosle morir. Sin énfasis, de la mano de Gabriel Miró, acerquémonos al cerro de la ejecución. Él hará que todo se torne caliente, todo aquello que se había enfriado en los rincones del espíritu. Volveremos a sentirnos niños en la imaginación, pero con conciencia de hombres. Y por primera vez el dolor físico de la crucifixión nos latirá dentro de cada víscera, y derramaremos las primeras lágrimas por aquel al que tanto tiempo habíamos rezado, pero por el que no habíamos llorado aún, ni una sola vez.

Juan Gil-Albert, Gabriel Miró: Remembranza

Imagen: Cristo de la Buena Muerte, Nicolás de Bussy, S.I. Concatedral de San Nicolás de Bari. Alicante. Créditos: Paco Cameo.

4 comentarios:

Zambullida dijo...

Me encanta Gabriel Miró. Este texto no lo conocía. En cualquier caso, Cristo ha vencido a la muerte ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Kairos dijo...

Saludos Zambullida. Efectivamente, ya ha resucitado. Buscaba un texto para hoy y recordaba las figuras de la Pasión del Señor. Lo he buscado entre mis libros pero no lo he encontrado. Tampoco Años y Leguas. Ha aparecido El humo dormido y allí estaban la Tablas del calendario entre el humo dormido, con sus capítulos dedicados a los días santos, pero como no acababa de satisfacerme el del sábado santo, he buscado este otro. Si te gusta Gabriel Miró te gustará El humo dormido y Figuras de la Pasión del Señor. Gracias por comentar.

Zambullida dijo...

Lo curioso es que me leí "El humo dormido" hace cientos de años, siendo yo muy,muy jovencita. Supongo que entonces no supe apreciarlo. Tendré que volver a él. Gracias por recordármelo.

Kairos dijo...

Yo también lo leí hace mucho. Conviene releerlo. Rebuscando libros para esta entrada me han aparecido algunos que ni recordaba que tenía. Sin embargo echo otros en falta.

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