Una cruz en una encrucijada


Cruz Pedra da SerpeEn lo más profundo de la Galicia profunda, en el corazón de la Costa de la Muerte, en una encrucijada de corredoiras se alza una pequeña cruz de piedra conocida como Cruz da Pedra da Serpe. Se trata de una simple cruz realizada en el granito tan abundante en el país, de fuste octogonal, con unos sencillos remates en los brazos del crucero. No tiene la belleza artística del cruceiro de Hío, ni la complejidad iconográfica de los exuberantes calvarios bretones. Tampoco es antigua pese a la espesa capa de musgos y líquenes endémicos que la recubre. Aunque sí debió serla aquella a la que sustituye, derribada por el golpe fortuito de un tractor en 1975. Podría pasar desapercibida en el extenso catálogo de cruces y cruceiros que se hayan diseminados por toda la región. Castelao que les dedicó sendos estudios ya intuyó que solo Bretaña igualaba a Galicia en el número de estas expresiones de arte popular, que no tienen parangón en ningún otro país cristiano. En el caso de la región francesa parece que se ha establecido su número en 9.000, mientras que las gallegas superan las 12.000 en un esfuerzo de catalogación inconcluso que dura ya trece años. Tan solo un pequeño detalle le confiere una cierta singularidad: En la piedra sobre la que se asienta la cruz se halla grabada en altorrelieve la silueta de una serpiente. El observador atento comprobará que la serpiente tiene dos alas. Durante mucho tiempo se creyó que la serpiente era un símbolo pagano cristianizado mediante la cruz, tal y como existen numerosos monumentos megalíticos o romanos reconvertidos mediante el mismo procedimiento. Sin embargo un reciente estudio ha resaltado que el conjunto es mucho más moderno, probablemente de los siglos XVII o XVIII. La serpiente sería entonces con razonable probabilidad una representación cristiana del Demonio, y la cruz vendría a representar el triunfo de Jesús con su Muerte y Resurrección sobre la Muerte y el Pecado.

Si bien la reciente sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la presencia de crucifijos en las escuelas públicas italianas no tiene relación directa con esta sencillas expresión de arte y religiosidad populares, los argumentos que emplea la misma generan una fundada inquietud. Dado que este monumento se encuentran en un espacio público como es un camino, su mera existencia aun pasiva ¿podría atentar contra la libertad religiosa de los viandantes, quienes no están obligados en el marco de un estado aconfesional a soportar su presencia? De su mantenimiento y preeminencia en este espacio ¿podría alguien inferir que el estado mismo vulnera su neutralidad en esta delicada materia? Por supuesto que el hecho de formar parte de una tradición cultural, de ser una manifestación de religiosidad y por tanto expresión de una característica profunda del individuo que se exterioriza comunitariamente configurando la identidad de un pueblo, no sería óbice tampoco para su desaparición. En ese caso ¿qué destino tendría la serpiente? Si fuese una manifestación religiosa pagana ¿se mantendría, dado que su culto que sepamos ya no existe y por tanto no resultaría lesiva para la libertad religiosa de peatones y conductores?

Frente a la ofensiva laicista que cada vez embiste más fuerte intentando relegar el hecho religioso al ámbito de la privacidad, habría que recordar que sin el adecuado cauce de expresión pública del mismo, no solo se coarta el derecho individual a la libertad religiosa de los individuos sino que además se priva a un pueblo de su cultura y de su tradición, que en muchas ocasiones dan lugar a manifestaciones artísticas que constituyen su patrimonio. Mucho me temo que lo que no consiguió el golpe fortuito de un tractor lo conseguirá en un futuro no muy lejano el golpe dirigido de una sentencia. Desaparecerá la cruz y permanecerá la serpiente, sea esta lo que sea.


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